Continúa desde Roosvelt Sykes. El piano al servicio del blues
El área de St. Louis fue el hogar de varios pianistas que, como Roosvelt Sykes, desarrollaron estilos muy personales. Muchos de ellos compusieron y cantaron sus propias canciones de blues. Roosevelt Sykes, Henry Brown, James “Stump” Johnson, Jabo Williams… no definieron un estilo propio de St. Louis, pero compartieron un alto profesionalismo e inventiva. Uno de los artistas más peculiares de la zona en este período fue William Bunch, conocido como Peetie Wheatstraw.
Bunch se crió en Cotton Plant, un centro cultural local a principios de 1900 en Arkansas, donde comenzó a tocar tanto el piano como la guitarra a una edad temprana. Allí permaneció con sus padres y sus seis hermanos hasta 1927, año en que abandonó Cotton Plant para viajar por el Sur como músico. Llegó a St. Louis, Misuri, en 1929, cuando ya se había convertido en Peetie Wheatstraw, nombre derivado del folclore afroamericano y que hace referencia a una malvada doble personalidad. Durante su carrera discográfica, también utilizó apodos como “el sheriff del Infierno” y “el yerno del Diablo”.
Su vida transcurrió en East St. Louis, donde tocaba frecuentemente el piano en clubes y otros locales. En 1930 viajó a Chicago para su primera grabación, iniciando una carrera que culminaría con el registro de 160 canciones para los sellos Vocalion, Decca y Bluebird. En ellas hizo característica la forma de iniciar el tercer verso de sus canciones con la expresión “Ooh, well well”, particularidad que pasaría a formar parte del repertorio de muchos músicos de blues posteriores.
Sus canciones atraían a la clase trabajadora, debido a su contenido, ya que a menudo escribía sobre cuestiones sociales como el desempleo y la asistencia pública. Pero también sobre los modos inmorales de algunas mujeres o, fiel a su propia publicidad, sobre la muerte y lo sobrenatural. En sus discos, Wheatstraw de vez en cuando tocaba la guitarra, pero solía tocar el piano acompañado por un guitarrista; entre sus colaboradores aparecían nombres como Kokomo Arnold y Lonnie Johnson. Bunch fue tremendamente popular en la escena del blues nacional y tuvo una profunda influencia en un buen número de músicos, desde algunas letras de Robert Johnson, hasta los sonidos de Big Bill Broonzy y Muddy Waters.
En noviembre de 1941, grabó sus últimas canciones. Menos de un mes después, el 21 de diciembre, el mismo día que cumplía 39 años, murió junto a otras dos personas, víctimas de un accidente del coche en que viajaban al chocar éste con un tranvía a menos de una manzana de su casa. Su cuerpo fue enviado a Cotton Plant para su entierro.
En cuanto a William Bunch, ser visto como yerno del Diablo no solo lo coloca en una posición de acceso a los poderes sobrenaturales, sino que además indica su fortaleza como ser mortal, alguien capaz de casarse con la hija del Diablo. Mientras que Bunch rara vez canta problemas directamente relacionados con el vudú, sus letras están impregnadas de leyes naturales cíclicas, lo que se va, vuelve. El concepto de retribución juega un papel fundamental tanto en la música de Wheatstraw como en el black hoodoo sureño. Uno de los hilos más incomprendidos en el léxico del hoodoo es el uso de actos de hechizo con el propósito de venganza. Tanto el hoodoo como el blues sirvieron como herramientas de mediación social en un ambiente marginado. El tema de la venganza en la música hoodoo y blues no es fundamentalmente diferente del papel de la venganza en las leyes codificadas: se comete un acto de transgresión y se requiere una neutralización relativa a sus propias normas culturales para restablecer el orden. Ya fueran conscientes de este análisis o no, los músicos de blues actuaron no sólo como actores de entretenimiento, sino como griots africanos, cada uno con un mensaje personal específico. En el caso de William Bunch, "el yerno del diablo", "el alto sheriff del infierno", su mensaje fue la retribución.
El área de St. Louis fue el hogar de varios pianistas que, como Roosvelt Sykes, desarrollaron estilos muy personales. Muchos de ellos compusieron y cantaron sus propias canciones de blues. Roosevelt Sykes, Henry Brown, James “Stump” Johnson, Jabo Williams… no definieron un estilo propio de St. Louis, pero compartieron un alto profesionalismo e inventiva. Uno de los artistas más peculiares de la zona en este período fue William Bunch, conocido como Peetie Wheatstraw.
Bunch se crió en Cotton Plant, un centro cultural local a principios de 1900 en Arkansas, donde comenzó a tocar tanto el piano como la guitarra a una edad temprana. Allí permaneció con sus padres y sus seis hermanos hasta 1927, año en que abandonó Cotton Plant para viajar por el Sur como músico. Llegó a St. Louis, Misuri, en 1929, cuando ya se había convertido en Peetie Wheatstraw, nombre derivado del folclore afroamericano y que hace referencia a una malvada doble personalidad. Durante su carrera discográfica, también utilizó apodos como “el sheriff del Infierno” y “el yerno del Diablo”.
Su vida transcurrió en East St. Louis, donde tocaba frecuentemente el piano en clubes y otros locales. En 1930 viajó a Chicago para su primera grabación, iniciando una carrera que culminaría con el registro de 160 canciones para los sellos Vocalion, Decca y Bluebird. En ellas hizo característica la forma de iniciar el tercer verso de sus canciones con la expresión “Ooh, well well”, particularidad que pasaría a formar parte del repertorio de muchos músicos de blues posteriores.
Sus canciones atraían a la clase trabajadora, debido a su contenido, ya que a menudo escribía sobre cuestiones sociales como el desempleo y la asistencia pública. Pero también sobre los modos inmorales de algunas mujeres o, fiel a su propia publicidad, sobre la muerte y lo sobrenatural. En sus discos, Wheatstraw de vez en cuando tocaba la guitarra, pero solía tocar el piano acompañado por un guitarrista; entre sus colaboradores aparecían nombres como Kokomo Arnold y Lonnie Johnson. Bunch fue tremendamente popular en la escena del blues nacional y tuvo una profunda influencia en un buen número de músicos, desde algunas letras de Robert Johnson, hasta los sonidos de Big Bill Broonzy y Muddy Waters.
En noviembre de 1941, grabó sus últimas canciones. Menos de un mes después, el 21 de diciembre, el mismo día que cumplía 39 años, murió junto a otras dos personas, víctimas de un accidente del coche en que viajaban al chocar éste con un tranvía a menos de una manzana de su casa. Su cuerpo fue enviado a Cotton Plant para su entierro.
En cuanto a William Bunch, ser visto como yerno del Diablo no solo lo coloca en una posición de acceso a los poderes sobrenaturales, sino que además indica su fortaleza como ser mortal, alguien capaz de casarse con la hija del Diablo. Mientras que Bunch rara vez canta problemas directamente relacionados con el vudú, sus letras están impregnadas de leyes naturales cíclicas, lo que se va, vuelve. El concepto de retribución juega un papel fundamental tanto en la música de Wheatstraw como en el black hoodoo sureño. Uno de los hilos más incomprendidos en el léxico del hoodoo es el uso de actos de hechizo con el propósito de venganza. Tanto el hoodoo como el blues sirvieron como herramientas de mediación social en un ambiente marginado. El tema de la venganza en la música hoodoo y blues no es fundamentalmente diferente del papel de la venganza en las leyes codificadas: se comete un acto de transgresión y se requiere una neutralización relativa a sus propias normas culturales para restablecer el orden. Ya fueran conscientes de este análisis o no, los músicos de blues actuaron no sólo como actores de entretenimiento, sino como griots africanos, cada uno con un mensaje personal específico. En el caso de William Bunch, "el yerno del diablo", "el alto sheriff del infierno", su mensaje fue la retribución.
La Historia del Blues continuará en El blues urbano de Leroy Carr y Scrapper Blackwell
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