En 1877, Thomas Alba Edison anunció la invención del fonógrafo, un dispositivo capaz de grabar una voz humana sobre una tira de papel de estaño que envolvía un cilindro. Los rastros de la música anterior a esta época en el blues se ciñen a los himnos de la música sacra y a trazos de canciones folk populares angloamericanas. Hasta entonces, la cultura afroamericana se había transmitido de forma oral - los negros no sabían leer ni escribir - y las fuentes musicales que han llegado hasta hoy son de blancos en forma de artículos, cartas y libros de viaje, además de la publicación "Slave Songs of the United States".
En 1885, Chichester Bell y Charles Taine mejoraron los procesos de grabación sustituyendo el papel de estaño que había utilizado Edison por un cilindro revestido de cera. A partir de entonces, se comercializaron cilindros de cera pregrabados que contenían grabaciones profesionales de canciones, música instrumental o monólogos humorísticos. Al principio, los únicos clientes para ellos eran los propietarios de máquinas tragamonedas de níquel, es decir, las primeras jukeboxes instaladas en galerías y tabernas, pero en pocos años los propietarios privados de fonógrafos las compraban cada vez más para uso doméstico.
En 1887, Emile Berliner desarrolló discos planos con surcos para grabar el sonido y en 1888 patentó el gramófono. Una de las primeras grabaciones que ha sobrevivido data de esa fecha, la canción "The Lost Chord" de Arthur Sullivan. El sistema de Berliner creaba una grabación master, a partir de la cual la manufactura de copias resultaba mucho más rápida. Esta eficiencia en la manufactura de un disco, le dio una gran ventaja sobre el cilindro en el mercado comercial. El disco también se podía tocar a un volumen más alto, era más duradero y más fácil de almacenar. Un año después, la compañía Columbia produjo por primera vez grabaciones de música para el consumo público. Los primeros discos para gramófono se pusieron a la venta para el público americano en 1894. A pesar de la ventaja del sonido grabado en disco, la Edison Company siguió produciendo cilindros hasta 1929.
Aunque las primeras compañías discográficas se mostraban reacias a promover ningún tipo de música negra, en las grabaciones de este período, ya fuera en cilindro o en discos, se podían encontrar algunos artistas afroamericanos. El más destacable fue George W. Johnson (1846 – 1914), un artista callejero cuyos "Whistling Coon" y "Laughing Song" fueron grandes éxitos de la época, grabados una y otra vez para compañías de fonógrafos grandes y pequeñas.
Louis Vasnier (1858 – ?) grabó piezas de voz y banjo junto con sermones cómicos para la Louisisana Phonograph Company de New Orleans a principios de la década y se convirtió en el artista más popular de la compañía. El Unique Quartette grabó para la New York Phonograph Company en 1890, apareciendo en numerosos lanzamientos hasta 1896.
La misma compañía hizo discos del Standard Quartette desde 1891 a 1893. Después, el grupo grabó cilindros que aparecieron en Columbia hasta 1897. Un miembro del Standard Quartettet, Ed DeModd, cantó al menos en dos discos de Berliner hacia 1897 con Sam Cousins y uno o dos banjos. Con la excepción de George W. Johnson, ninguno de estos artistas grabó después de 1900. Ese año vio al productor Emile Berliner ceder su negocio de producción de discos a Eldridge Johnson, que fundó la Victor Talking Machine Company en 1901. Entre los primeros logros de Victor se encuentran las voces de las estrellas negras de vodevil Bert Williams (1874 – 1922) y su compañero George Walker (ca. 1873 – 1911). El Dinwiddie (Colored) Quartet fue el primer grupo de colegio en grabar un disco cuando interpretaron seis canciones para Victor en 1902. Sin embargo, esta edición tan temprana fue un acontecimiento excepcional, sin precedentes ni, durante años, imitadores.
Más tarde, se grabó una gira del grupo de Fisk en 1909, y los Tuskegge Institute Singers hicieron sus primeras grabaciones en 1914. Aunque limitado por la tecnología de la grabación del sonido acústico, el estilo de la interpretación en estas grabaciones sugiere que los grupos reconocían que su audiencia objetivo era blanca. Las canciones eran cuidadosamente arregladas y cantadas de una manera muy formal. Pero, aunque los grupos eran a veces criticados por un exceso de europeización en su material, el estilo y el sonido de sus orígenes afroamericanos era evidente.
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