La Historia del Blues: John Lee Hooker I

John Lee Hooker

Continúa desde Lightnin' Hopkins

La segunda gran ola de inmigrantes que tuvo lugar durante y después de la II Guerra Mundial, convirtió al Norte industrial en otro de los principales destinos de aquellos que abandonaban el Sur. La ciudad de Detroit fue uno de los focos que atrajo a un buen número de artistas de blues y, consecuentemente, surgieron sellos con sede en la ciudad ansiosos de sacar partido de los músicos. Nuevas compañías como Sensation, Holiday, JVB y Fortune se hicieron importantes gracias a la distribución de material de otros sellos y a la grabación de nuevos artistas. Uno de los primeros artistas en grabar para estos sellos de Detroit fue John Lee Hooker, cuyo sonido cautivó a los compradores de discos en las décadas de 1940 y 1950, y lo hizo por ser fresco y moderno sin dejar de ser, aunque resulte paradójico, primario, más viejo que las montañas.

Se suele aceptar como fecha de nacimiento de John Lee Hooker el 22 de agosto de 1917. Su padrastro, un aparcero procedente de Shreveport , Louisiana, llamado William Moore, fue quien le ayudó en sus primeros pasos con la guitarra hacia 1930 y quien le enseñó el ritmo que más tarde distinguiría su sonido del resto de sus colegas, el boogie. Hooker decía que su padrastro había tocado con Charlie Patton y Blind Lemon Jefferson, aunque es muy posible que la reputación de Moore en la zona de Clarksdale hubiera sido exagerada.

Desde los nueve o diez años, Hooker destacó en los góspels de la iglesia por sus capacidades vocales y por la seguridad que demostraba al cantar. Contaba que, en su juventud, había tenido un trascendental encuentro con una gitana que le aseguró que llegaría a ser famoso en todo el mundo. Aunque sus amigos se mofaron de la predicción, él empezó a hacer todo lo posible por hacerla realidad y, como otros muchos de su generación, abandonó el Delta en busca de una vida mejor en el Norte.

Su primer viaje, sin embargo, no le llevó muy lejos en ninguno de los sentidos. En 1933, recorrió los escasos cien kilómetros que lo separaban de Memphis, Tennessee, para hacerse un hueco en Beale Street, pero no como músico sino como acomodador de un teatro. Aunque no dejó de tocar la guitarra y de cantar, lo hacía en soledad, en la habitación que ocupaba en la pensión de su tía Emma Lou, hasta que al cabo de pocas semanas su madre y su padrastro fueron en su busca y lo llevaron de regreso a Misisipi.

Pero, después de su paso por la ciudad, Hooker ya no se conformaba con la vida del campo, de forma que no tardó en escaparse de nuevo a Memphis, y esta vez se aseguró de que no le pudieran encontrar en casa de su tía. Tampoco en esta ocasión consiguió ningún impacto como guitarrista en la escena local, y tuvo que emplearse como lavaplatos y como conserje. Los fines de semana, tocaba en una casa particular donde se celebraban fiestas, pero siempre se aseguraba de estar en su puesto de trabajo el lunes a primera hora. Aunque le llegó la noticia de que en Cincinatti había un sello discográfico, King Records , que deseaba grabar a artistas negros, no encontró las fuerzas suficientes para presentarse.

A comienzo de la década de los 40, se trasladó a Detroit y allí empezaron a irle mejor las cosas. La industria local del automóvil se encontraba en su momento más álgido y Hooker consiguió un empleo en una fábrica, dedicando las noches a su carrera de músico de blues. Aunque los clubes más elegantes de Detroit no solían programar blues con asiduidad y no se mostraban muy abiertos a su estilo crudo del Sur, Hooker se ganó cierta popularidad en los bares donde se reunía la clase trabajadora. Se presentaba en un bar con su guitarra y pedía que le dejaran tocar un par de canciones, lo cual le ayudó a conseguir cada vez más actuaciones remuneradas.

Antes de que Hooker apareciera, el éxito obtenido por Lightnin’ Hopkins había demostrado que el blues rural podía tener un nuevo público. Elmer Barbee, propietario de una tienda de discos en Lafayette, quedó impresionado cuando escuchó a Hooker tocar en el Apex Bar. Barbee había montado un estudio de grabación en la parte trasera de su tienda y allí, durante unos meses, se grabaron algunos discos de acetato. Fascinado por su nuevo descubrimiento, Barbee llevó a Hooker ante Bernard Besman, un inflexible hombre de negocios y un pez gordo en el pequeño estanque de la música en Detroit después de la guerra. Besman llevó a Hooker al estudio en noviembre de 1948 para hacer lo que resultaría una sesión de grabación histórica.

Cuando John Lee Hooker entró en el despacho de Besman, el productor notó en seguida que el músico tartamudeaba marcadamente. Cualquier otro ejecutivo de la música le habría rechazado de inmediato, pero Bessman no sólo le permitió cantar, sino que le animó a que incluyera largos monólogos hablados en sus interpretaciones. Además, el productor estaba decidido a presentar a su nuevo descubrimiento sin ningún acompañamiento adicional, y en lugar de pedirle a Hooker que dejara de dar golpecitos en el suelo con el pie, la eterna petición de los productores y los ingenieros desde el nacimiento del sonido grabado, decidió hacer que marcara el ritmo bien fuerte, y le colocó un micrófono apuntando directamente hacia el pie.

Aquel día de otoño de 1948, Hooker grabó “Sallie Mae” y “Boogie Chillen”, la cual alanzó con sorprendente facilidad el número 1 en las listas de rhythm and blues de la revista Billboard. El éxito no pasó desapercibido para los hermanos Bihari, propietarios de la discográfica independiente Modern Records de Los Ángeles y solicitaron a Besman el master de “Boogie Chillen”, a lo que el ejecutivo accedió. Modern Records, que contaba con una poderosa distribución en el Sur, proporcionó a Hooker una inestimable ayuda fomentando la promoción de su disco.

Durante el verano de 1949, “Hobo Blues” subió hasta el quinto lugar en las listas; y por si esto fuera poco, el tema que iba en la cara B, “Hoogie Boogie” llegó al noveno. En diciembre, “Crawlin’ King Snake”, un blues lento e hipnótico que se arrastraba y zigzagueaba a una velocidad apenas superior a los 70 pulsos por minuto, alcanzó el sexto lugar.

La historia del blues continua en John Lee Hooker II

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